MUERTE DE CRISTINA


De todo lo leído desde la desaparición de Cristina hasta el día de hoy, me quedo con el llamamiento a la prudencia del Alcalde de Seseña y la frase “Son días de hablar poco y de rezar mucho…”, dos ideas, una laica y otra cristiana, muy próximas entre sí.
Tanto una como otra no dan lugar a la intromisión de algunos políticos oportunistas, que ya han salido y oros que sin duda saldrán a vociferar “…MÁS PENAS, MÁS DURAS, MANO DURA CON LOS MENORES, MENOS PERMISIVIDAD CON LOS INMIGRANTES…”, deberán ser más prudentes y hablar menos, por lo menos en estos momentos de dolor, no solo de la familia que aún sin tener parangón, ese dolor y esa rabia de impotencia es compartida con muchos padres, hermanos y amigos de otros jóvenes. Todo ello se resume en RESPETO, que no quiere decir no hacer nada, pero en su momento.
Hemos perdido mucho tiempo y desgraciadamente lo seguiremos perdiendo, pidiendo en momentos duros como este el endurecimiento de penas y medias, una vez que los hechos y en este caso la muerte no tienen marcha atrás, el tiempo tampoco. Por tanto, debemos tomar como guía esa “prudencia” y ese “hablar poco …” y acompasarlos a la hora de actuar antes de que sucedan los hechos, no de culpar a otros cuando suceden.
Legislar “en caliente” nunca ha sido bueno y con asuntos tan sensibles como la muerte de una niña, no es el momento de pedir endurecer penas, entre otras cosas porque no sirve para nada. Si hay que “endurecer” algo yo empezaría por la implicación de instituciones y padres en la educación de los niños, jóvenes e hijos en su educación y si hace falta educar a los padres también en una convivencia donde no se valore la violencia, donde no sea protagonista para obtener objetivos, donde no se valore a los violentos por encima de los educados y correctos, el pasar más tiempo con los hijos y renunciar a dedicarnos más a nosotros que a nuestros hijos.
Quizás deberíamos empezar, digo los políticos, por pedir endurecimiento de penas y medidas por el abandono de los deberes de familia y nuestras obligaciones inherentes a la patria potestad, creo que lo sabemos todos, en mayor o menor medida, sabemos lo que ocurre y no hacemos nada por evitarlo.
¿Porqué nuestros jóvenes son tan violentos?. Tres términos se utilizan para explicar la violencia criminal: Agresión, violencia y delincuencia violenta. La primera lleva implícita la intención de herir o causar ventaja para obtener algo de un tercero no siendo necesariamente ocasionar un daño físico. La violencia como subcategoría de la agresión, es un tipo de agresión activa y directa, física y generalmente psicológica.
La agresión según –Espinet, 1991- cumple en el niño una misión adaptativa muy importante que facilita el ajuste social ante entornos cambiantes, pero no siempre esta aparición reviste valores positivos, también aparece esta agresividad en conductas y actitudes exhibidas con el objeto de dañar o injuriar a otro ser humano.
Entre los múltiples factores que influyen de forma negativa y desde perspectivas psicológicas, biológicas, sociales y microsociales, llama la atención sobre aquellas relacionadas con instintos, impulsos, aprendizaje social, pensamiento criminal, valores y actitudes antisociales o antinormativas, escasa capacidad para controlar la agresión, falta de cuidados de atención, y porqué no de control paterno o materno, de lazos sociales y de arraigo.
Influencias subculturales, aceptación social de la violencia y en muchos casos pobres condiciones económicas, o en el peor de los casos, la soma de todos y cada uno de los expuestos.
Con todo ello, muy a tener en cuenta, es el “APRENDIZAJE SOCIAL”, conductas observadas por nuestros menores, donde la agresividad forma parte de lo cotidiano, de lo general, protagonista en entornos tan íntimos como la familia, la escuela, los amigos, y en otras conductas tan cercanas como el tráfico, el ocio, el deporte, etc. Donde la agresividad y la violencia está latente y en demasiadas ocasiones patente.
En consecuencia y en mi opinión, no debemos en estos momentos, pedir endurecimiento de penas, más dureza, no va a solucionar nada. Desde la calma, mediante el análisis científico de los factores violentos y su desarrollo, debemos implicarnos todos, empezando por la familia, siguiendo por la escuela (sistema educativo) y el ejemplo de los mayores quizás empecemos a cambiar algo en nuestros jóvenes para que no tomen la violencia como un “valor” y todo ello no es posible con políticos que hablen cuando tengan que callar y tras la tempestad no aprovechen la calma para diseñar una adecuada e integral política criminal.
Descanse en paz Cristina y respeto para su familia.


Damián Paredes. Criminólogo
Presidente de ACM/FACE
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