El Abuso sexual infantil.

Para muchos, una de las conductas criminales más aberrantes y no por ello, suficientemente conocida.
Se entiende por abuso sexual infantil los contactos e interacciones entre un niño y un adulto, cuando este usa al niño para estimularse él mismo o tercera persona. Pero, puede suceder y de hecho sucede que un menor abuse sexualmente de otro menor, lo que tiene que haber, es una clara posición sobre la víctima de poder o control.
Es decir, dos conceptos deben de estar presentes en este tipo de “aberración”, uno es el de la “coerción” y otro el de la “asimetría de edad” entre victimario y víctima. Entendiendo por coerción, bien sea mediante la fuerza física, sobre posición de poder o autoridad, o/y engaño. Son suficientes elementos para dejar totalmente desprotegido al menor víctima de este grave delito.
“La asimetría de edad”
Impide la verdadera libertad de decisión y hace imposible una actividad sexual común, ya que los participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica y expectativas muy diferentes. Esta asimetría supone, en sí misma, un poder que vicia toda posibilidad de relación igualitaria, “siempre que exista coerción o asimetría de edad (o ambas cosas a la vez) en el sentido propuesto, entre una persona menor y cualquier otra, las conductas sexuales deben ser consideradas abusivas.”
De los pocos estudios serios existentes en nuestro país, no digo estadísticas, se encuentra el de López de 1995 y de manera sucinta, viene a decir que de una muestra de 2000 sujetos, el 19% aprox. había reconocido haber sido víctima de “abusos sexuales”, situando el promedio de edad de las víctimas en 11 años y estando comprendido entre los 4 y los 9 años el 30% y por debajo de estas edades, pasaría a engrosar la cifra oculta de este delito pues resulta difícil recordar a en estas edades después de años o décadas de haber ocurrido, quizás el delito si se recordase, estaría prescrito y no sería perseguible con las leyes de hoy en día. Por último sitúa el grupo de los 15 años entorno al 50% de los casos detectados.
Consecuencias y efectos.
A los niños víctimas de estos delitos, les suele afectar en el proceso de maduración, aumento del riesgo de ser otra vez víctima, depresiones, complejo de culpabilidad, hermetismo, trastornos de la personalidad, ansiedad, fracaso escolar, en casos extremos pueden llegar al suicidio, como fue el caso del sacerdote católico pederasta de Dallas, encubierto por sus superiores, que fueron condenados por el Tribunal a indemnizar a las víctimas por encubrimiento de pruebas (Rojas Marcos: El País, 13/9/1997).
Es evidente que esto no fue ni es en los casos actuales, suficiente. A pesar de lo regulado en nuestras normas penales, los menores se encuentran desprotegidos ante estos desalmados y encima encubiertos por los responsables de las instituciones donde cometen sus fechorías, que al ser descubiertos, los delitos han prescrito y se “autojistifican” mediante los cambios de destino o la edad de los autores, a sus ojos necesitados de mucha más protección que los menores violados, humillados, maltratados y vejados.
Perfil criminológico de un pedófilo – pederasta:
Asimetría de edad con la víctima.
Persona que ostenta posición de superioridad o dependencia hacia el menor.
Más de un 86% son hombres.
Altísima probabilidad que sea conocido del menor y líder de este.
Poca capacidad para relacionarse con adultos. (sexualmente).
Persona “protegida” por la función o cargo que desarrolla.
Integrados socialmente.
Amables, preparados, altruistas, colaboradores.
“Camaleónicos”, se adaptan a las circunstancias para conseguir sus fines.
Para el debate queda, ¿más penas, más periodo para la prescripción del delito y para los encubridores?¿ Es suficiente pedir perdón después de ocultar y proteger durante lustros?.¿Conocemos la “cifra negra” de esta criminalidad?
Continuaremos con otros temas relacionados: Tipos penales. Reinserción. Estadísticas. Índice de reincidencia, valoración del riesgo, etc.
Damián Paredes. Criminólogo Presidente de ACM/FACE
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